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domingo, 22 de mayo de 2011

HISTORIAS- Semblanza de mi pueblo TIZIMÍN Yucatán (1920 - 1926)

Nací en TIZIMÍN, Yucatán, lejana población de ese jirón de tierra que es mi Yucatán. Y fue en TIZIMÍN, risueño pueblecito en aquel entonces, donde pasé mi infancia y mi niñez con gran satisfacción.
Recuerdo los domingos, cuando recorría el pueblo repartiendo los anuncios del cine de mi padre que en muchas ocasiones en casitas de pajas de los alrededores compartía con las gentes que muy bien me trataban una sabrosa jícara de choco sacam (masa caliente) o de delicioso pozole (bebida regional) ingiriendo esta el xix (asiento de la bebida). En muchas ocasiones a la hora del recreo y frente a nuestra escuela, en la casa amarilla de Benita Alamilla comprábamos pahzduzes(fruto agridulce) y los saboreábamos con un rico polvito salado y picosito.
Recuerdo también que en ese mi querido pueblo, una noche de agosto se hundió el parque a la altura de una sahcabera (oquedad que se forma en el sitio donde se saca material de construcción, tipo graba) y en el pueblo decía que ahí se había hundido Victorín y el " Balón", quienes noche a noche se sentaban en las bancas de ese mismo sitio para sentirse más cerca platónicamente de mis hermanas Sara y Lupe a quienes respectivamente, enamoraban.
Quien de esa época podrá a don Chucho viejito español, y su "victoria", quien por 10 centavos nos transportaba en gratísimo paseo del parque a la estación del pueblo y de esa nuevamente al parque.
Felipita Maldonado hacía sus novenas año con año y al final repartía sabrosos dulces; nosotros los chiquillos que jugábamos en el parque y nos turnábamos a la casa de Felipita para espiar el momento del final de la novena y así disfrutar de los zapotitos, panelitas, camotitos y demás dulces, a la vez que nos agasajábamos con deliciosa horchata.
Mis contemporáneos, que ha tiempo, fueron niños, también recordaran "el callejón de las trompadas", que era precisamente el de don Oscar Mezo situado entre el palacio municipal y nuestra escuela.
Que decir más grato en el recuerdo de TIZIMÍN que sus inolvidables estudiantinas en los días de carnaval que visitaban los hogares cantando y pulsando sus guitarras donde eran agasajados con cerveza helada y exquisito ambigú. Mi mente los recuerda -a sus integrantes -vestidos de Pierrot y Colombinas.
Están frescos en mi memoria los días patrios: 5 de mayo y 16 de septiembre, en que "gustamos" las carreras argentinas, de dzop sandía, el palo encebado, los animados bailes y las vaquerías con sus picaras "bombas".
Vienen a mi mente los bellos caballitos, juguetes cuyas cabezas artísticamente hechas con aserrín y tela, luciendo hermosa crin y bien terminada rienda, eran adaptadas a palos de escoba, haciendo el solaz de los chicos de terruño. Obra maestra ésta de los caballitos, surgida de las prodigiosas manos de una muchacha llamada María López Rejón. También de ella era obra los artísticos animalitos: toros, carneros, caballos, leones y venados, elaborados con chicleo mazapán de pepita.
De haber vivido ella en un medio mayor, probablemente hubiese conquistado premios, muy merecidos, por su incomparable labor, en exposiciones nacionales de artesanías.
OH, querido TIZIMÍN, cómo no he de decir que me proporcionaste una niñez feliz, si el arcón de mis recuerdos rebosa de ellos y al levantar su tapa puedo admirar su bello y abundante contenido, que cual rico tesoro de sucesos, llena mi alma de incomparable dicha.
La feria del inolvidable es, pues alegraba siempre nuestra feliz niñez. Sus corridas de toros, su baile regional, sus lindas mesticitas, el carrusel de Ordóñez, las muchas "tamazucas", don Felipe Escamilla que pregonaba a gritos la bellas figuritas de aquella lotería y la llegada de gentes que en los trenes venían a cumplir su promesa a nuestros reyes magos, dejaron en mi mente un recuerdo imborrable para mí y mucha gente que tuvo la fortuna de haber nacido ahí.
No puedo olvidar yo los "sorbetes" de "Huac", coreano así apodado, quien con su campanita llenaba de alegría a la chiquillería.
Recuerdo en mi camino, como una de las costumbres, el comprarle legumbres al chino Marcelino.
En el viejo mercado, en la Santa Semana, expendía su pescado aquél "don Sabucán" que por nombre tenía don Isabel Novelo.
Los jueves y domingos eran en TIZIMÍN las noches de retreta que yo no olvidaré. Mientras don Epifanio dirigía a la orquesta tocando bellas marchas: Zacatecas, Jesusita en chihuahua, Tierra blanca y música sin par, la gente daba vueltas y vueltas en aquel parquecito, parquecito querido, muy frente a mi hogar.
Y ahora, en mi vejez, recuerdo gratamente esos días felices que viví en mi niñez.

¡A ti, mi TIZIMÍN, querida población que mi cuna meciste, dedico estos renglones con gran veneración!

México, D.F., agostote 1987.
Dr. Armando Peniche Patrón.


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